jueves, 18 de agosto de 2011

El ladrón, Parte 1

Querida Daisy:

Ha ocurrido algo terrible. Algo tan escabroso, morboso y aterrador que hará que no duermas en semanas. Y no, no es la cutre de Blake Lively en la portada de agosto de Glamour, es algo mucho más horroroso...nos han robado.
Lo sé, lo sé, es una noticia que pone los pelos de punta. El mes pasado perdí a mi mascota de la infancia, el caimán Mordisquitos, y ayer descubrí que me faltaba uno de mis pintauñas con trocitos de diamantes de Sierra Leona. Al principio no le dí importancia, pero a las tres horas, cuando volví de tomar el té con la nieta secreta de Vivian Leight, contemplé horrorizada que mi cuarto había sido totalmente desvalijado. Y con totalmente, me refiero a que no han dejado ni las sábanas.

Cómo es lógico, caí presa de la conmoción y el pánico, y empecé a maldecir y a chillar, y tuvieron que llamar, además de a la policía, a una ambulancia que fue la que me salvó de morir de un trauma ( ya lo contaré más adelante)
A la hora, mi querido Grimaldi ya estaba en casa, telefoneando a Scotland Yard, a la Interpol, al ejército del aire y a la marina, pues según él nuestro ladrón podría haber huido por diferentes vías.
El detective que lleva el caso es un hombre gordito con pinta de travesti, pero con unos ojos de hiena que dan bastante miedo. Me pidió que reuniera a toda la servidumbre, que quería interrogarlos. Los mantuvo encerrados en la cocina durante seis horas, seis horas en las que no paré de comerme las uñas, pues temía que a alguno se le fuese la lengua y contase todos mis problemas con la ley/alcoholismo/multas impagadas/ intentos de asesinato/exorcismo ilegal/ carreras ilegales de tortugas/caimán extraído de un water de Brooklyn etc, pero se portaron bastante bien.
Cuando terminó, nos llamó, y al entrar descubrimos que había tres sirvientes sentados en tres taburetes medio cojos. Uno era el mayordomo, Winston; otra mi criada/la que me hace la pedicura Conchita y el otro era mi ex amor platónico,alias El jardinero Buenorro.
-Uno de estos tres posiblemente sea el culpable, pero ninguno quiere hablar-me dijo el inspector. Cómo yo soy una persona muy tolerante y muy abierta, me ofrecí a provocarles el habla mediante el uso de mi escopeta de matar leones en Kenia ( uno de mis sueños cuando tengo fiebre es matar plebeyos indiscriminadamente) pero Grimaldi me contuvo, le dijo al detective que se fuera y me dijo:
-A partir de ahora...el caso es mío, querida